Recientemente conocíamos a través de los medios la noticia de que una mujer iba a juicio por provocarse lesiones para denunciar falsamente a su pareja. Noticias de este tipo nos hacen pensar acerca de las denuncias falsas: quién las pone, por qué, qué volumen se pueden llegar a presentar a lo largo de un año, qué motivaciones les pueden llevar a ponerlas y, muy especialmente, cómo se puede confirmar que, en efecto, son denuncias falsas y no un caso más de violencia de género, malos tratos o abusos sexuales.

El tema de las denuncias falsas es algo controvertido ya que suelen estar asociadas con casos de gran impacto psicológico, emocional y social que afectan no sólo a la víctima y al denunciado (hablamos en masculino por ser la gran mayoría de los casos los hombres los que son denunciados por estas causas), sino a todo el entorno que los rodea y que, de una forma u otra, conocen y están involucrados en la situación. Asimismo, son muchas las variables intervinientes y que inciden directamente en dichas causas y que hacen más complejo, si cabe, el analizar, evaluar, valorar y constatar la fundamentación y veracidad de los hechos.

Si no tenemos todo esto en cuenta y no actuamos con el máximo de cautela, podemos correr el riesgo de generalizar una tendencia o conducta particular a todo un colectivo, es decir, que noticias de este tipo nos hagan dudar de otros muchos casos y denuncias interpuestas en similares circunstancias, poniendo en tela de juicio su credibilidad y siendo más críticos y exigentes en cuanto a su fundamentación y veracidad.

En este sentido, si nos centramos en datos contrastados, señalar como ejemplo que La Memoria Anual de la Fiscalía General del Estado revela que entre las 913.118 denuncias por violencia de género que se presentaron en España entre los años 2009 y 2015, sólo constan 164 casos en los que se determinó que se trataban de acusación y denuncia falsa. Se trata sólo del 0,0079 % de las denuncias interpuestas. De esta forma, no podemos aferrarnos a una percepción o impresión personal de que la mayoría de las denuncias son falsas, sino todo lo contrario, pues comprobamos que el porcentaje de denuncias falsas, en este caso concreto relativas a violencia de género, es casi residual. Asimismo, este dato refuerza la necesidad de responder rápido ante una denuncia y activar inmediatamente el protocolo de actuación correspondiente para garantizar la seguridad, protección y apoyo psico-social de la víctima a lo largo de todo el proceso.

No obstante, tampoco podemos ignorar ese número de denuncias que, aunque muy bajo dentro del cómputo total, han supuesto señalar como culpable de malos tratos o abusos a personas que, en ese caso realmente se convirtieron en las víctimas. Así pues, por pequeña que sea la cifra y alta la preocupación y alerta que debemos mantener siempre en este tipo de denuncias, no debemos bajar la guardia a la hora de analizar, evaluar y valorar cada caso particular para asegurarnos que todos los protocolos y dispositivos diseñados específicamente para garantizar la seguridad y protección de las víctimas no sean convertidos en armas de doble filo y usados para lograr ganancias secundarias.

De esta forma, más que nunca, se vuelve de vital importancia la valiosa labor que llevan a cabo los peritos judiciales y psicólogos forenses que estudian cada caso con el máximo de detalle y profesionalidad proveyendo a los magistrados una herramienta única para dictaminar la veracidad de este tipo de denuncias.

Credibilidad del testimonio, valoración de las secuelas psicológicas, estado psicológico actual, evaluación del abuso/maltrato, idoneidad para la guarda y custodia… son muchos los objetos periciales que se le requieren al psicólogo forense, relativos a denuncias de violencia de género y abusos sexuales, para proveer de un mejor asesoramiento a las partes y a los magistrados de cara a la toma de decisiones.

Y es la exploración psicológica, sin lugar a dudas, la herramienta clave que un buen profesional de la psicología forense utiliza para analizar y valorar el objeto pericial. A través de una entrevista psicológica, abierta o semi-estructurada, se lleva a cabo una profunda evaluación de la persona, abarcando desde sus antecedentes familiares y personales, sus experiencias y su entorno social, hasta sus relaciones interpersonales, emociones, recuerdos y toda aquella información que nos permita conocer mejor el caso y los factores intervinientes en el hecho denunciado. Asimismo, la exploración psicológica suele complementarse con tests y pruebas psicológicas, así como con el vaciado de autos (estudio detallado y pormenorizado de todo el expediente documental aportado) y entrevistas con familiares y personas relacionadas.

Todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario y si bien en nuestra sociedad una situación de violencia de género o de abuso sexual coloca la etiqueta de víctima y culpable desde el minuto uno sin opción a réplica, es fundamental confiar en el asesoramiento experto de psicólogos forenses para evitar que presuntas víctimas o presuntos culpables sea estigmatizados por denuncias falsas que, si bien en un número muy bajo, puede dañar enormemente a la persona y a su entorno más cercano (hijos y familiares especialmente), no sólo durante el proceso desde que se interpone la denuncia, sino muy especialmente a la hora de superarlo, de centrarse en mirar adelante y rehacer su vida.

 

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Patricia Díaz Carracedo

Perito Judicial en Psicología Forense

Psicoterapeuta – Experta en Violencia de Género